viernes, 4 de diciembre de 2009

Una teoría de la libertad: "La teoría del caos y el modelo social de la libertad".

Desde los albores de la corriente de pensamiento determinista durante los siglos XVI y XVII (provocada, principalmente, por los descubrimientos científicos de los nuevos pensadores como Newton o Galileo Galilei) el planteamiento causa-efecto ha sido la base primordial de los sistemas físicos propuestos para la modelización de los procesos naturales.
Un ejemplo esclarecedor sería el siguiente: Si un jugador de fútbol le pega una patada a un balón, considerando los factores iniciales (distancia, fuerza del tiro, tiempo que tarda en realizarlo, etc.) y los factores que intervienen durante el sistema (gravedad, rozamiento del aire, etc.) se podrán deducir perfectamente los factores finales (distancia a la que cae, tiempo que tarda en caer, altura máxima alcanzada...) mediante unas ecuaciones bien definidas para este caso en concreto (tiro parabólico). Dicho de otra forma, al ser un hecho directo entre causa y consecuencia, "un pequeño cambio en las condiciones iniciales provoca un pequeño cambio en los factores finales". Vuelvo a repetir, toda la física clásica está basada en este principio. En este caso, imaginemos que al darle la patada al balón, éste recorre 15 metros pero si le damos una patada un poco más fuerte, podemos deducir que recorrerá unos 20 aproximadamente.
Hasta hace no mucho tiempo se consideró este principio como algo universal y del que se podrían deducir todos los sistemas materiales posibles. Sin embargo, la propia experimentación ha hecho que sea más que obvio que el determinismo es insostenible en según qué sistemas. A estos sistemas que el determinismo no puede abarcar se les denomina caóticos y, todavía, tras muchos años de estudio, están en pleno proceso de investigación científica.

Aunque en un primer momento esto de los sistemas caóticos nos suene un poco a chino, realmente estamos más que acostumbrados a verlos en nuestra vida diaria sin saberlo. Retomando lo que hemos dicho antes sobre el tema, podemos deducir que un sistema caótico es "aquel en el que un pequeño cambio en sus condiciones iniciales puede provocar grandes desajustes en sus factores finales". Tenemos el ejemplo del movimiento de las nubes, en el que intervienen una gran cantidad de factores y el cual es imposible de calcular usando un método determinista clásico. Veamos ahora como se realizaron los primeros descubrimientos de sistemas caóticos mediante las curiosas características de nuestra atmósfera.



Alrededor de los años 60, el matemático Edward Lorenz estudiaba el comportamiento de la atmósfera terrestre, tratando de encontrar un modelo matemático que, a partir de variables sencillas, pudiera predecir el comportamiento de grandes masas de aire (que permitiera, a través de cálculos computacionales, hacer predicciones meteorológicas). Lorenz, tras arduos intentos, consiguió ajustar el modelo a tres variables que expresan como cambian a través del tiempo la velocidad y temperatura del aire. El modelo se concretó en tres ecuaciones, bastantes simples a primera vista, conocidas hoy día como modelo de Lorenz.



En un principio, esto parece un resultado totalmente determinista. Es decir, un cambio expresado por una de las variables desajustará el sistema según el grado de variación que se haya incorporado a esa variable (causa (cambio en las variables) -efecto (cambio en la dirección del viento)). Sin embargo, cuando Lorenz empezó a hacer los primeros cálculos con su nuevo modelo matemático descubrió, con gran sorpresa, que "una pequeña diferencia en las condiciones iniciales (algo tan insignificante aparentemente como usar 6 decimales en vez de 3) desenvocaba en grandes diferencias en las predicciones del modelo", de manera que cualquier pequeña perturbación o error puede tener una gran influencia en el resultado final. De aquí surge la idea de "efecto mariposa".


El término "efecto mariposa" apareció como consecuencia de una explicación que trató de dar Lorenz a los increíbles resultados de sus ecuaciones: "Imaginemos a un meteorólogo que hubiese conseguido hacer una predicción muy exacta del comportamiento de la atmósfera, mediante cálculos muy precisos y a partir de datos muy exactos. De repente podría volverse una predicción totalmente errónea por no haber tenido en cuenta el aleteo de una mariposa al otro lado del planeta. Ese simple aleteo podría inducir un cambio radical en la predicción (pasando de un día soleado a una plena tormenta, por ejemplo)". Esta afirmación no parece muy lícita y como consecuencia ha dado lugar a diversas varianzas y recreaciones (por ejemplo, los viajes en el tiempo en las novelas de Isaac Asimov, en las que se debate el dilema de tocar o no tocar nada por la posibilidad de que el más mínimo cambio pueda alterar el futuro como dicta el "efecto mariposa". Podemos denominar por tanto "efecto mariposa" a "la amplificación de errores que pueden aparecer en un sistema complejo". En definitiva, el "efecto mariposa" es una de las características de un sistema caótico, en el que las variables cambian de forma compleja y errática, haciendo imposible hacer predicciones más allá de un determinado punto, que recibe el nombre de horizonte de predicciones.

A continuación, pongo una cita del matemático Mitchell Feigenbaum, experto en teoría del caos, que propone una síntesis de la idea:

"El caos observa que realmente existen movimientos sin orden. Gracias a la teoría del caos, hemos comprendido que puede haber movimientos erráticos que no son aleatorios, sino que responden a reglas fijas. Sí, efectivamente son fenómenos sin orden aparente -como por ejemplo el clima planetario- cuya motivación causal puede ser incomprensible y cuyas leyes se nos escapan, pero en absoluto son fenómenos derivados del azar".

Tras toda este embrollo científico, que estimo muy necesario ya que el tema que nos ocupa es el de la libertad desde un punto de vista caótico y, para poder reflexionar sobre el tema de una manera constructiva, debemos tener una base mínima sobre la teoría del caos, paso a centrarme en la parte filosófica y principal de la entrada: la aplicación de los conocimientos actuales en sistemas caóticos al problema de nuestra libertad.

Tal y como se indica en el título de esta entrada, lo que se pretende aquí es hipotetizar sobre la mente como un supuesto modelo caótico (podría ser, por ejemplo, la atmósfera terrestre) y no uno determinista como han propuesto algunos teóricos.
Es decir, bajo la hipótesis de un carácter caótico, los que postulan la inexistencia de la libertad humana basandose en que cualquier efecto fisiológico ( y por lo tanto psicológico) de nuestra mente viene determinado por una relación causa y efecto perfectamente deducible y que anula nuestra capacidad decisoria al estar esta predestinada por dicha relación estarán equivocados y su tesis se derrumbará ante la oposición del caos.

Puede que, como todo efecto natural, el funcionamiento del cerebro (o si acaso, de la dualidad mente-cerebro) pueda modelarse según unas ecuaciones pero esto no significa, como nos comenta el doctor Feigenbaum, que se trate entonces de un sistema determinista sino que puede ser un sistema caótico, que responde con resultados aparentemente dispares pero que realmente sigue unas reglas por asombroso que esto nos pueda llegar a parecer.

El hecho de que cualquier pequeña diferencia en las causas pueda llegar a causar una gran diferencia en los efectos obtenidos nos da pie a sostener la existencia de una "libertad" o como yo prefiero llamarla "una ilusión de libertad". Pero lejos de cualquier connotación puramente negativa de la palabra "ilusión" lo que pretende este sustantivo añadido es matizar este nuevo concepto que aquí se nos plantea.

Esta libertad, obtenida gracias a la imposibilidad de predecir con exactitud unos resultados en nuestras supuestas "ecuaciones de la mente" y una vez abolida la teoría determinista que nos impedía la existencia de dicha libertad, no sigue siendo más que un "efecto social" que viene "de fábrica" intrínsecamente en los seres humanos (ver "ser humano como ser social" o, próximamente en este blog la entrada "Idea de Dios"). Es decir, no podemos tener libertad sin demostrarla, y eso hemos intentado, humildemente, con la teoría del caos pero una vez demostrada no debemos olvidar que el verdadero concepto de libertad es provocado por nuestro carácter puramente social y que sin ese entorno entre iguales del que gozamos los seres humanos , esta "libertad caótica" no tiene consistencia lógica (recordemos que, al ser seres sociales, los cambios que provocan en nosotros el ambiente, causa unos efectos que, por nuestra teoría del caos pueden ser muy diferentes según la relación con ese ambiente) y por todo esto, esa libertad que tanto anhelamos, aunque pueda tener base científica, no es más que una mera ilusión, una ilusión verdaderamente efectiva, desde luego. De hecho, tan efectiva que inmediatamente se nos puede venir a la cabeza una maravillosa cuestión que pone en jaque todas las críticas que van dirigidas a la existencia de una verdadera libertad: ¿Y qué?

Hagamos un esfuerzo y reflexionemos sobre el magnífico argumento cartesiano sobre el que se apoya Fernando Savater en el capítulo "Yo adentro, yo afuera" de su libro "Las preguntas de la vida": Puede que toda nuestra vida sea un engaño, que no seamos más que un experimento mental de algún científico loco en algún mundo extraño o que realmente seamos parte de una realidad virtual al estilo de "Matrix" pero, si TODO es un engaño, ¿En qué se diferencia la verdad de la mentira? ¿Es que acaso no se le puede llamar a ese engaño permanente realidad y terminar de una vez con todo?

Con la libertad puede darse algo parecido: la sensación de libertad que podemos experimentar los seres humanos se siente de forma tan intensa y es tan satisfactoria que el que esa sensación sea en realidad artificial o no puede traer sin cuidado siempre y cuando siga siendo igual de penetrante. Es simplemente mantener un pequeño diálogo con un "yo" inocente:
-¿Y si acaso la libertad no es más que el resultado del movimiento predestinado de un puñado de moléculas?
-¿Y qué importa eso?
-¡Cómo que qué importa! Si no existe la libertad, no eres tan libre como piensas y verás ahogados tus más profundos pensamientos vistos como algo que "debías" tener, que estaba "determinado" y que no has pensado porque tú has querido y tú has sacado tus propias conclusiones de algo.
-Pero eso, realmente, da igual.
-¿Cómo que da igual? ¿Te da igual perder eso que tanto anhelas, que antes siempre estuvo ahí porque creías que era nuestro, que venía con el propio ser humano?
-Es que yo no soy libre. Yo me SIENTO libre.



En definitiva, la teoría del caos nos abre una vía alternativa a la totalitaria teoría determinista para hipotetizar sobre la existencia de una posible libertad y a partir de ahí extraer posibles conclusiones como la de la ilusión de la libertad. Con esto quiero decir que yo no entiendo la libertad como algo fríamente prefijado o incluso algo inexistente. Yo entiendo la libertad como algo salvaje, caótico, en contínuo movimiento y que en cualquier momento y por cualquier circunstancia externa a nosotros puede dar un giro de 360º y cambiar nuestro "destino". Y, por descontado, yo entiendo la libertad como algo nacido de "lo social" y que sin este punto de vista antropológico no se puede sostener por mucha teoría caótica que tengamos ya que sin esas variaciones que cuantificar (las variaciones ambientales) no habrá nada que nuestro caos nos pueda dar como resultado.

Por último, he de resaltar la humildad de este artículo que no pretende ser más allá de eso, otra reflexión filosófica más a la que nada haría más completa que el constituir otro pequeñísimo grano de arena a ese "camino en espiral" que sostiene Savater en "Las preguntas de la vida" como recorrido de la filosofía en torno a una cuestión. Y si algo creo que puede hacer este artículo para enriquecer ese camino no es, por supuesto, por lo que contenga en sí sino por lo que pueda llegar a despertar en los lectores: una nueva opinión, una crítica, un aporte, un simple comentario de una determinada postura que "haga sudar" o "le saque los colores" al propio artículo. Esa será la verdadera meta porque, más allá de que lo que yo aquí suscriba, sea válido, dudoso o un completo disparate, entonces, cuando esa crítica u opinión se hallan hecho efectivos, sólo entonces, estaremos hablando de verdadera filosofía.

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